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REBOZOS

 

Rebozos o ciuanequeatlapacholoni y en náhuatl cenzotl, quién no los conoce de diferentes colores, dependiendo la región, tamaños y formas. Nuestras abuelitas los usaban para taparse del frío, para cargarnos J de una manera más cómoda ya que tenían las manos libres, son artesanías muy representativas de nuestro México lindo y querido. ¡Conoce la historia!
Se le conoce como rebozo a una tela alargada y angosta, teñida con técnica de ikat (o de reserva), con anudados y flecos en cada extremo llamados rapacejos (Alma de hilo, cáñamo o algodón, sobre la cual se tuerce estambre, seda o metal para formar los cordoncillos de los flecos). Es utilizado para llevar bultos, tapar la cabeza, usarse como abrigo e incluso para cargar al hijo de la mujer que lo porta.
En realidad no se sabe con certeza el origen del rebozo ya que pudo haber sido una prenda hindú importada por el galeón de Manila, o ser un derivado de la mantilla española (que en forma y estructura son muy diversos) o bien, la evolución del ayate indígena (es un tipo de instrumento agrícola empleado en Mesoamérica para recolectar las cosechas) incorporado a la influencia de materiales, colorido y forma españolas de la conquista.
Los rebozos difieren en colorido, tamaño y material según la región y la época en la cual se hayan elaborado; algunas zonas del país trabajan con grandes coloridos, combinando técnicas y materiales, con largos y cortos rapacejos, aplicándose también (hasta los años 40's) bordados, lentejuelas y cuentas que hacen de esta prenda típica mexicana una artesanía.
En 1572, en su obra historia de las indias, el fraile dominico Diego Durán ya hace mención del rebozo, prenda mestiza por excelencia, que nació de la necesidad que tenían las mujeres mestizas de cubrirse para entrar a los templos. Inspirándose en las tocas que los frailes impusieron a las mujeres indígenas con tal motivo, así como en los mantos que las españolas, los tejedores aprovecharon el telar prehispánico para tejer rebozos de algodón y más tarde de seda y de lana.
Las indígenas acostumbraban a hilar con uso o malacate las fibras que empleaban para tejer. Del mismo modo, trabajaban la seda y la lana sin abandonar el ixtle ni el algodón blanco ni el de color coyuebe, (haciendo referencia a los colores representativos de cada región) de origen prehispánico.
El uso del rebozo se hizo pronto muy popular. Lo hicieron suyo primero mestizas y, poco antes de terminar el siglo XVI, negras, mulatas e indígenas.
En castellano el nombre del rebozo parece sugerir el acto de cubrirse, de arrebujarse o envolverse con alguna ropa, de embozarse, lo que literalmente quiere decir “cubrirse el rostro por la parte inferior, hasta la nariz o los ojos, con la capa u otra prenda de vestir”.
Los indígenas lo llamaban ciuanequeatlapacholoni, que quiere decir “como toca de mujer o cosa semejante” según el Vocabulario de Molina, de 1555. Entre los otomíes, chal o rebozo se dice mini-mahue. Los de Huayapan, Morelos lo llaman cenzotl, palabra náhualt derivada quizá de centzontilmantli o “manta de mil colores”, según el diccionario de César Macazaga.
Los rebozos de Tenancingo, ubicado en el Estado de México, son conocidos por su fino trabajo de ikat, técnica de anudado utilizada para teñir sólo las partes deseadas de la madeja y que a la hora de tejer, dan al rebozo tu típico moteado con formas geométricas, antes también se utilizaban plumas en el lugar del rapacejo.

Los santamarienses son los estuches en los que suelen guardarse los rebozos finos: cajas de madera taraceada, elaboradas con múltiples y variados diseños, por los artesanos locales. La fabricación de objetos de madera taraceada es otra de las tradiciones que distinguen a Santa María del Río como una región de artesanos.

 

 

 

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